“Mas tú, Señor, Dios misericordioso y clemente, lento para la ira, y grande en misericordia y verdad.” (Salmo 86:15)
Dios es piadoso. Él se inclina como un padre amoroso para hacer por nosotros lo que no podemos hacer por nosotros mismos.
“Por tanto, El Señor esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto, será exaltado teniendo de vosotros misericordia; porque es Dios justo; bienaventurados todos los que confían en Él.” (Isaías 30:18)
Dios es misericordioso. Él nos comprende y entiende nuestra fragilidad. También nos extiende ansiosamente Su perdón por lo que hacemos mal. Dios es compasivo. Él nos tiene cariño de la misma manera que una madre piensa con afecto en el hijo que lleva en su vientre.
“Pues el Señor tu Dios es Dios compasivo; no te abandonará, ni te destruirá, ni olvidará el pacto que Él juró a tus padres. (Deuteronomio 4:31)
Dios es bondadoso. Él sorpresivamente tiene un interés especial en nosotros de la misma forma que una famosa estrella de fútbol podría saludar a un niño pequeño.
“Antes bien, amad a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad no esperando nada a cambio, y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque Él es bondadoso para con los ingratos y perversos.” (Lucas 6:35)
Dios es bueno. Él es generoso, alegre y sereno. El bienestar y la salud fluyen de Él, y
hace que todo sea mejor. “Porque Tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con todos los que Te invocan.” (Salmo 86:5)
Dios es justo. No tiene ni un sólo defecto. Él siempre es y solamente es de la manera que debe ser. Él es el estándar absoluto sobre el cual nosotros podemos establecer nuestras vidas.
“Justo es el Señor en todos sus caminos, y bondadoso en todos sus hechos” (Salmo 145:17)
Es inimaginable que el Señor, anticipando las futuras conversaciones y la unión con nosotros, diera a luz personas que fueran diferentes a Él mismo. Nos parecemos al Señor tanto en imagen como en semejanza.
Mientras que estamos lejos de ser tan grandes como Él es, o de tener Su poder, nuestra imagen es como un azul pálido pulverizado contra Su fuerte azul real. En lo más profundo de nuestro ser, nuestro espíritu, nuestro matiz interior tiene el mismo color básico que el de Él.
Nuestra estructura y constitución están limitadas por realidades físicas, mientras que Su composición no lo está. Pero al principio Su naturaleza fue impresa en nosotros. Por esta razón, la historia de la redención y el crecimiento en el Señor puede ser vista como nuestra restauración para volver a ser como Él.
Hoy entenderé que Dios es Compasivo para conmigo.
Señor, en esta día vengo ante ti consciente de tu compasión, ayúdame a ser compasivo como tu. Amén.
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