“¡Está fuera de mis manos!” pensé para mí. “No hay nada más que pueda hacer”.
Se ve tan definitivo, tan absoluto.
Escuché hablar esas palabras una vez cuando fui despedido de un empleo que amaba.
La mirada en mi rostro rogaba por una explicación.
“¿Por qué?” pregunté. “¿No puede usted hacer algo al respecto?”
“Está fuera de mis manos”, contestó él.
Escuché esas palabras cuando mi madre estaba muriendo de cáncer. Yo tenía tan solo 21 años, lo suficientemente joven para creer que los médicos sanan y las madres pueden hacernos sentir mejor con un beso.
“Está fuera de mis manos”, dijo él.
Con aquello, sabíamos que todo había acabado.
Manos que había estrechado al aceptar el empleo, de repente no me podían mantener allí.
Manos de las que había dependido para vendar una herida, inyectar gentilmente un antibiótico, firmar una excusa para faltar un día a clase… no podían hacer mejorar a mi madre.
Manos que cuidaron, que secaron lágrimas, acariciaron mi rostro, me guiaron al otro lado de la calle y me dieron la bienvenida a casa, no estarían más allí.
Hoy hablé con un amigo sobre un proyecto en el que trabajaba, un sueño que he tenido en mi corazón por años y cuánto significaría para mí en este momento si se pudiera implementar.
Me dijo: “Has hecho todo lo que podías, Bob, está fuera de tus manos”.
Se fue y me senté solo con mis sueños.
Miré mis manos y me di cuenta de que habían envejecido conmigo. Arrugadas, secas, lastimadas y con cicatrices, no me han fallado todavía.
“Mientras tenga fe, este sueño no está fuera de mis manos”, me dije.
Tras eso, levanté mis manos, junté mis palmas y dije una oración.
El pensamiento de hoy nos lleva por un lado a reconocer nuestras limitaciones en cuanto a lo que podemos enfrentar en la vida con nuestra fuerza y recursos. A todos, tarde o temprano nos llegará el momento en que tendremos que ya sea reconocer u oír a otros hacerlo por nosotros que el asunto “está fuera de nuestras manos”. Así que el problema en sí no consiste en si habremos de enfrentar ese situación o no, sino más bien cómo reaccionamos ante la misma que probablemente se dé en muchas ocasiones durante nuestra vida de este lado del cielo.
Para muchos, la gran mayoría, la frase les sumerge en un sentimiento de impotencia y frustración. Pero otros–y espero que ustedes se encuentren entre esos–el que algo está fuera de nuestras manos, no implica que lo esté de las manos de nuestro Dios, ¡por lo que podemos recurrir a Quien todo lo puede!
¿Por qué no separar un tiempo este fin de semana y juntarnos con tantos otros que se congregan para adorar al Salvador y no sólo agradecerle por las veces que ha puesto orden y dado dirección cuando las cosas se salieron de nuestras manos, sino también para abrirnos a Sus propósitos para nuestra vida… que en última instancia es la razón para Su intervención.
Adelante, que tengan un maravilloso fin de semana en compañía de los suyos y en la presencia del Señor.
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