HA NACIDO UN POLITICO
Por: Carlos Basombrío Iglesias
Se ha dicho tanto que aburre repetirlo, pero sigue siendo tremendamente cierto: ¡urge renovar la política en el Perú! Ello pasa por muchos temas, pero también por rostros nuevos que adecenten un oficio tan desprestigiado.
Los alcaldes distritales, primer escalón de la gestión pública, son un lugar privilegiado para que emerjan nuevos actores a la vida política. No son demasiados ni suficientes, es verdad, pero en muchos lugares hay gente nueva que lo viene haciendo razonablemente bien. De hecho, en Lima, varios de los alcaldes distritales tienen gestiones destacadas y reciben aprobación amplia de sus vecinos.
Francis Allison, hasta hace poco alcalde de Magdalena, parecía ser uno de los más prometedores de esta nueva camada. Las cosas que nos hemos enterado esta semana, sin embargo, son profundamente decepcionantes, por decir lo menos.
Sabemos ahora que, además de alcalde de Magdalena, ejercía también su profesión de abogado. Al parecer no hay ninguna incompatibilidad legal para hacerlo, pero se entiende que gestionar una ciudad es un cargo que requiere una dedicación a tiempo completo y casi exclusiva. Una cosa es que un alcalde cardiólogo, haga por allí una que otra operación, otra que un alcalde músico dé algunos conciertos o que otro, historiador, enseñe en la universidad; pero no parece muy compatible con el cargo de alcalde, el patrocinio y asesoría de intereses de terceros; y no sólo por el tiempo, sino por el enorme riesgo de conflicto de intereses.
Al haber sido Allison abogado de Business Track, durante doce meses con una remuneración fija y relativamente importante, nos topamos justamente ante un caso de evidente incompatibilidad de actividades. Si a alguien le queda duda de la afirmación anterior, recuerde que el alcalde de Magdalena fue abogado de la empresa responsable y partícipe del peor escándalo de espionaje y corrupción desde que se restableció la democracia en el Perú. Ya de por sí, un demérito importantísimo y una demostración de que no era todo lo cuidadoso que requería en sus juntas y que, al igual que otros casos recientes de políticos importantes, tenía el olfato bloqueado para intuir qué tipo de juntas le podían traer problemas.
Pero quizás más grave todavía: lo ocultó.
Primero a sus electores y a los ciudadanos a los que servía. El tema había dejado de ser un asunto privado y el alcalde de Magdalena debió esclarecer ante sus vecinos y el país, cómo se compatibilizaba su cargo de alcalde con el de asesor legal de una empresa que tiene hoy a todos sus directivos en la cárcel, por las nada santas razones que todos conocemos.
Pero allí no acaba la cosa, no le dijo nada a García. Y vaya que no es nada tímido el alcalde de Magdalena. Recordemos el audio en el que, justo en la época en que se buscaban ministros, le ofreció al Presidente hacerle una marcha de apoyo. Sin embargo, cuando el adulado, le ofreció el cargo de ministro obvió el pequeño detalle de contarle quiénes figuraban en lugar prominente en su lista de clientes.
Tarde o temprano el asunto iba a estallar, De hecho Allison tendrá que desfilar por el Congreso y el Poder Judicial dando explicaciones de la naturaleza de esos vínculos. Era absolutamente indispensable, para alguien que tuviese un mínimo de lealtad con el país y con el presidente que le ofreció el cargo, decirle la verdad y arriesgarse a que ésa fuese razón suficiente para quedarse sin fajín.
Pues se calló en siete idiomas y ahora Alan García -y en general los peruanos- tenemos razones importantes para dudar de la capacidad de actuar con transparencia del ministro. (¡Nada menos que el nuevo responsable del ya tristemente célebre FORSUR!).
Pero no se preocupe señor Allison su incapacidad de reconocer el error político mayúsculo, así como el tipo de respuesta escogida (“esto es un complot de mis enemigos”) demuestra que ya aprendió a ser un político en el Perú.
Los alcaldes distritales, primer escalón de la gestión pública, son un lugar privilegiado para que emerjan nuevos actores a la vida política. No son demasiados ni suficientes, es verdad, pero en muchos lugares hay gente nueva que lo viene haciendo razonablemente bien. De hecho, en Lima, varios de los alcaldes distritales tienen gestiones destacadas y reciben aprobación amplia de sus vecinos.
Francis Allison, hasta hace poco alcalde de Magdalena, parecía ser uno de los más prometedores de esta nueva camada. Las cosas que nos hemos enterado esta semana, sin embargo, son profundamente decepcionantes, por decir lo menos.
Sabemos ahora que, además de alcalde de Magdalena, ejercía también su profesión de abogado. Al parecer no hay ninguna incompatibilidad legal para hacerlo, pero se entiende que gestionar una ciudad es un cargo que requiere una dedicación a tiempo completo y casi exclusiva. Una cosa es que un alcalde cardiólogo, haga por allí una que otra operación, otra que un alcalde músico dé algunos conciertos o que otro, historiador, enseñe en la universidad; pero no parece muy compatible con el cargo de alcalde, el patrocinio y asesoría de intereses de terceros; y no sólo por el tiempo, sino por el enorme riesgo de conflicto de intereses.
Al haber sido Allison abogado de Business Track, durante doce meses con una remuneración fija y relativamente importante, nos topamos justamente ante un caso de evidente incompatibilidad de actividades. Si a alguien le queda duda de la afirmación anterior, recuerde que el alcalde de Magdalena fue abogado de la empresa responsable y partícipe del peor escándalo de espionaje y corrupción desde que se restableció la democracia en el Perú. Ya de por sí, un demérito importantísimo y una demostración de que no era todo lo cuidadoso que requería en sus juntas y que, al igual que otros casos recientes de políticos importantes, tenía el olfato bloqueado para intuir qué tipo de juntas le podían traer problemas.
Pero quizás más grave todavía: lo ocultó.
Primero a sus electores y a los ciudadanos a los que servía. El tema había dejado de ser un asunto privado y el alcalde de Magdalena debió esclarecer ante sus vecinos y el país, cómo se compatibilizaba su cargo de alcalde con el de asesor legal de una empresa que tiene hoy a todos sus directivos en la cárcel, por las nada santas razones que todos conocemos.
Pero allí no acaba la cosa, no le dijo nada a García. Y vaya que no es nada tímido el alcalde de Magdalena. Recordemos el audio en el que, justo en la época en que se buscaban ministros, le ofreció al Presidente hacerle una marcha de apoyo. Sin embargo, cuando el adulado, le ofreció el cargo de ministro obvió el pequeño detalle de contarle quiénes figuraban en lugar prominente en su lista de clientes.
Tarde o temprano el asunto iba a estallar, De hecho Allison tendrá que desfilar por el Congreso y el Poder Judicial dando explicaciones de la naturaleza de esos vínculos. Era absolutamente indispensable, para alguien que tuviese un mínimo de lealtad con el país y con el presidente que le ofreció el cargo, decirle la verdad y arriesgarse a que ésa fuese razón suficiente para quedarse sin fajín.
Pues se calló en siete idiomas y ahora Alan García -y en general los peruanos- tenemos razones importantes para dudar de la capacidad de actuar con transparencia del ministro. (¡Nada menos que el nuevo responsable del ya tristemente célebre FORSUR!).
Pero no se preocupe señor Allison su incapacidad de reconocer el error político mayúsculo, así como el tipo de respuesta escogida (“esto es un complot de mis enemigos”) demuestra que ya aprendió a ser un político en el Perú.
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