Si no ocurre algún terremoto político de grado Bagua en el Ejecutivo en lo que resta del mandato de Alan García, el ministro José Antonio Chang podría entrar en el libro de los récords políticos como el Ministro de Educación que más ha durado en nuestra historia republicana. Incluso se rumoreó en el ínterin “pospretroaudios”, que podría ser nombrado Premier.
Interesante personaje este Chang, patriarca de la Universidad de San Martín de Porres. Hace algunos años la San Martín no se destacaba precisamente por su excelencia académica, pero en los últimos tiempos ha experimentado un crecimiento bastante exitoso; y no nos referimos solamente a su correcto equipo de fútbol.
Por eso, a casi nadie sorprendió que José Antonio Chang fuera nombrado Ministro de Educación en el segundo Gobierno aprista, dada su conocida amistad con el presidente García y su ganadoraza gestión al frente de la San Martín.
Pero parece que faltaban datos. O, para decirlo mejor, a los periodistas de investigación les dio una epidemia de amnesia cuando Ollanta, el Rojo, asolaba las costas capitalinas. No se acordaron por ejemplo de los cuestionamientos a la forma cómo Chang se hizo del Rectorado de la Universidad. De sus usos y costumbres una vez que tomó el Despacho. O los despachos con sus amigos ahora negados.
Es oportuno, cuando nos preguntamos por el ministro Chang, examinar al rector Chang, pero antes al profesor Chang, y así tendremos una bonita historia de éxito. Es que Chang, como su Universidad, piensa en grande.
Todo indica que José Antonio Chang llegó al Rectorado por la puerta falsa. De acuerdo con los estatutos de la Universidad, para ser Rector había que haber sido profesor principal, tener por lo menos doce años de docencia universitaria y contar con el más alto grado en su especialidad.
Sin embargo, tal como consta en la denuncia penal hecha en 1997 por un grupo de docentes, graduados y estudiantes de la Universidad de San Martín de Porres, Chang no cumplía con estos requisitos:
“El denunciado obtuvo su Título Profesional de Ingeniero Industrial el 26 de octubre de 1984; y en el supuesto negado que inmediatamente de tener su título profesional ingresara a la universidad San Martín, como docente en la categoría de auxiliar, a la fecha de elección de Rector de la Universidad, acontecida el 17 de abril de 1996, no contaba con los 12 años que exige la ley”.
El 16 de abril de 1996, un día antes de la elección para Rector, Chang faxeó al Rectorado un diploma de maestría en Educación expedido por la Universidad de Hartford de los Estados Unidos; sin embargo, este documento no estaba ni reconocido ni convalidado por la Asamblea Nacional de Rectores, tal como consta también en la citada denuncia penal.
El Congreso, mediante ley 26313, encargó en la década de 1990 a la orden de los padres dominicos que nombrara una comisión para que investigara las irregularidades que se estaban produciendo en la Universidad. En este episodio, además de emerger la figura de Chang como flamante Rector, aparecen personajes de singular recordación, como Ríos Castillo (desechado postulante al TC luego de que se lo encontró reunido con Mantilla) y Paredes Canto, tal como lo explicó en su tiempo Catherine Lanceros en la revista Caretas:
“Las autoridades de la USMP se las arreglaron para burlar la ley y no permitir el ingreso de la Comisión Reorganizadora, que podría haber destapado una olla podrida.
La intervención del abogado de la USMP, Javier Ríos Castillo, y las cartas que César Paredes Canto, como presidente de la Asamblea de Rectores envió a la Prefectura, ministerio del Interior y la Corte Suprema fueron cruciales para este cometido, según el presidente de la Comisión Reorganizadora […].
Amistades nada santas
Sin duda, Chang tiene muchas habilidades, entre ellas la social: cuenta con los amigos indicados en el momento indicado. Aunque, como hemos visto, después le puedan pasar factura.
El periodismo deportivo llama al Club San Martín de Porres la “escuadra santa”, pero estamos seguros de que el calificativo no alude a las amistades del Ministro. A principios de los años 1990 se revelaron ciertos vínculos con el entorno montesinista que, por supuesto, no se rebuscaron a la hora en que García nombró al Gabinete.
José Antonio Chang también ha sido víctima de una enfermedad venera: su conocida amistad con Alberto Venero tiene sobre todo visos de sociedad. Por ejemplo, el actual local de la Facultad de Hotelería y Turismo de la Universidad de San Martín podría haber sido producto de un bonito carrusel, como reveló hace unos años Silvia Cuevas para Agencia Perú:
“En 1995, la actual facultad de Hotelería y Turismo cayó en manos de FINSUR, entidad que remató el inmueble a Venero en 1997. Un año después, tal como consta en los registros públicos, Venero vendió el edificio a la Constructora Alianza por 600 mil dólares. Al año siguiente, la propiedad retornó a manos de Venero por 750 mil dólares, a través de una de sus compañías, Inmobiliaria Malecón Cisneros. En 1999, tres años después de que Chang asumiera el rectorado de la San Martín, el inmueble fue adquirido por la universidad a más del doble de su valor a pesar de que el edificio no había recibido modificaciones relevantes”.
“Es mi amigo y recuerdo haberle vendido a la universidad un edificio que queda en la avenida Tomás Marsano. No recuerdo en este momento el monto, pero puede ser alrededor de los tres millones de dólares”, fue la respuesta de Venero cuando le preguntaron por Chang y sus negocios, como refirió Cuevas.
Golpe “maestro”
En el 2006 Chang fue nombrado Ministro de Educación y empezó con la pata en alto. Aprovechando la viada que da todo inicio de mandato, Chang le declaró la guerra al SUTEP, para lo que contó con ayuda mediática y apoyo popular. El ministrísimo sabía que pegarle a un SUTEP desprestigiado era un buen negocio.
Una de las primeras medidas del nuevo Ministro fue imponer un examen a los maestros, con la lógica de mejorar el nivel académico de los profesores de colegios nacionales. Propósito loable, urgente y mediáticamente indispensable. En el camino debía chocar, obviamente, con el sindicato. Punto doble: el enemigo del enemigo se convierte en el amigo de todos.
Lo que se supo en su momento pero se “olvidó” después fue que hubo una gran cantidad de denuncias acerca de que se había negociado con los exámenes. Un día antes la prueba estaba colgada en Internet, en una página encriptada. Y dos días antes había llegado en sobre de manila a determinados postulantes. ¿Tráfico de exámenes? Compañerismo puro, más bien. Si algo unía a los beneficiados era su cercanía con el partido del pueblo.
La guerra contra el SUTEP fue vertiginosa y llovió verbo pesado especialmente desde el Ministerio. Chang llamó ineptos y haraganes a los profesores. Es que el Ministro también sufre de “olvido”: seguramente no recordaba que a él mismo lo botaron de la Universidad por bajo rendimiento (jaló repetidamente varios cursos). Pero una vez más, como siempre, el Ministro tuvo amigos que lo supieron defender: un semanario comparó desatinadamente a Chang con Einstein, y dijo que la celebridad de las ciencias tampoco fue un gran alumno en matemáticas.
Las notas de Chang fueron publicadas en su momento por el blog “Desde el tercer piso”, y periódicos como Expreso y Correo criticaron una supuesta malintencionada intervención en su vida privada.
El pulseo lo ganó el Ministro, lo que le valió ser considerado por los muchos amigos periodistas como el mejor Ministro del año (amigos de Chang, obvio). El Ministro logró imponer la política de exámenes y poner a los elegidos.
Otro caballito de batalla del Ministro que no llegó ni a burrito sabanero fue la promocionada compra de computadoras para niños. A principios de su mandato, Chang anunció con bombos y platillos la adquisición de laptops a 100 dólares para los niños. Una ganga, a pesar de los cuestionamientos tecnológicos: una computadora a ese precio parecía una buenísima idea.
Luego de tres años, el precio se ha duplicado; en realidad, nunca llegaron a costar 100 dólares. En el Perú, de la mano del ministrísimo, nos comimos el cuento con mouse y todo.
Pero Chang-tecnológico también ha protagonizado otras aventuras de esta naturaleza; por ejemplo, un convenio del Ministerio con Intel Educar que consiste en capacitar a los maestros en herramientas tecnológicas. Algo por cierto muy necesario. Pero no tuvieron mejor idea que poner al frente a Claudia Escalante Escudero, la sobrinísima del ministrísimo.
De cómo el ministrísimo vendió su local sin tener a dónde mudarse
Durante su gestión, el ministro Chang también hizo participar al Ministerio de Educación de esta fórmula medio díscola de vender locales amplios y atomizar el Ministerio en varios localcitos.
Sucedió el otoño pasado. La Superintendencia Nacional de Bienes Estatales vendió a la empresa Inversiones San Borja, del Grupo Brescia, el enorme local del Ministerio de Educación, que quedaba en San Borja, a 520 dólares el metro cuadrado. El local se vendió a precio de terreno. De terreno para construir más y más edificios, según la nueva tradición impuesta por el presidente García.
Especialistas como León Trahtemberg coinciden en que esta transacción no tiene pies ni cabeza. Peor aun cuando los profesionales que laboraban allí no tenían dónde ir. Vendieron así de manera urgente un local con argumentos discutibles (el Ministro señaló que no era apropiado y que tenía averías causadas por el terremoto, pero no sustentó sus razones), sin tener siquiera un local de reemplazo.
¿Cuál era la premura? No resulta muy productivo encontrar lógica en la administración Chang. El ministrísimo parece haber copiado el estilo mutis del Alcalde de Lima, aun cuando su gestión no tiene la mitad de eficiencia que la de la comuna (la valla, como comprenderán, no es muy alta, pero ése es otro tema).
De cómo el ministrísimo no quiso contestar serias acusaciones sobre dinero donado
Pero el ministro Chang no es tan apresurado en otras cosas. La hiperactividad demostrada al momento de vender el local de San Borja es incompatible con la forma cómo gestionó la reconstrucción de colegios en Pisco con el dinero que donó el sindicato de profesores de México.
El terremoto ocurrió en el 2007. Dos años después, ni una piedra se ha movido sobre la tierra, aunque es probable que sí haya corrido mucha agua debajo del puente. El tema no se reduce a la absoluta pasividad con que el Gobierno tomó la donación mexicana —lo que ya es un pecado—; hubo, además, un problema con la suma donada. Cuando el presidente García se reunió con Elba Gordillo, la representante de los maestros mexicanos, la noticia que salió a la prensa fue la entrega de 750.000 dólares, cantidad refrendada luego por Gordillo en el programa de Cecilia Valenzuela; al final se depositaron 700.000 dólares. La suspicacia se incrementa si uno revisa quién es Elba Gordillo: una sindicalista mexicana con muchas denuncias sobre corrupción.
Aun aceptando que la transacción fue limpia y que en efecto se donaron 700.000 dólares, esta suma, depositada en el banco a plazo fijo, arroja una diferencia en dólares no explicada, de acuerdo con la información del congresista Santos:
El congresista Santos, del Partido Nacionalista y presidente de la Comisión de Educación, fue el encargado de destapar el asunto. Principio y fin de una ilusión.
Santos cometió el desatino de decirle al Ministro: “O tal vez el Ministro está ganando algo con la plata de los profesores mexicanos”. Listo. Motivo suficiente para que Chang se parara y no volviera a la reunión, a pesar de que el congresista retiró sus palabras repetidas veces.
Hubiera sido mejor que el Ministro hiciera callar con argumentos sólidos la imputación del congresista. A no ser que los argumentos simplemente no existan. Y ahí sí, estaríamos en temas de otro fuero.
Cualquier ensayo de respuesta hubiera estado mejor que la parodia de indignación. Pero felizmente para él, sus amigos, otra vez, olvidaron de qué trataba la denuncia del congresista y decidieron que el problema principal fue el ¿insulto? del parlamentario.
Cierto: Santos metió la pata y le puso la pelota al Ministro con el arco vacío. El gol de Chang fue retirarse al rincón de las ánimas. La irreverencia del congresista dañó la honorabilidad de un Ministro, como hemos visto, muy cuestionable e investigable. Pero la irresponsabilidad del Ministro ha fregado la posibilidad de refaccionar dos escuelas para los niños del terremoto. ¿Qué marca la balanza?
No es el ministro Chang, definitivamente, un changkay de a medio. Su hoja de vida, aquélla que muy pronto es olvidada por sus amigos, nos dicta, entrelíneas, estado de alerta. Ojo avizor. (Revista Ideele , Diciembre 2009)
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