miércoles, 12 de enero de 2011

LAS TRES CLASES DE IGNORANCIA


Por: Ronny Galindo

Estamos asistiendo al triste espectáculo que la intolerancia esgrime cobardemente para evitar que progrese nuestro derecho a discrepar. Están destruyendo todos nuestros carteles que hemos colgado, desde antes de navidad, en el cerco perimétrico del Santuario de Luren, pidiendo que no sea demolido y por el contrario sea restaurado.

Las preguntas que todos se hacen son: ¿Por qué rompen nuestros carteles?, ¿Por qué no permiten nuestro legítimo derecho a expresarnos? La respuesta la dio uno de los veteranos miembros de la Hermandad del Señor de Luren "lo hacen por miedo, para ocultar su ignorancia" nos dijo. Efectivamente la ignorancia es atrevida, capaz de ofender y hasta de lastimar por acción propia o por encargo.

Profundizando este concepto, encuentro que el escritor francés François de la Rochefoucauld (1613 -1680) aplicó a este tema una de su magistrales máximas, decía él: “Existen tres clases de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse” y desde estos conceptos abundo en lo siguiente:

No saber lo que debiera saberse: los vándalos destructores de carteles y sus mentores ignoran que la gesta por la salvación del Santuario de Luren es una reivindicación de todo un pueblo que pide, que exige no demuelan sus costumbres, sus tradiciones y su identidad cultural. Esta no es una lucha de odiosidades contra ningún religioso, sino contra la equivocada decisión administrativa de querer desaparecer a uno de los iconos edificados más representativos de nuestra ciudad. Quien diga lo contrario simplemente miente con alevosía y ventaja.

Saber mal lo que se sabe: a los rompe-carteles los han convencido diciendo que el Templo de Luren, afectado por el terremoto, debe demolerse porque sus estructuras ya no soportan reparación alguna. Eso no es cierto. Los arquitectos y especialistas en restauraciones estructurales sostienen científicamente que el templo -en el estado que está- puede recuperarse mediante la correcta aplicación de modernas técnicas constructivas, reforzándolo y poniéndolo en valor. Otra cosa es ir echando miedo con declaraciones jaladas de los cabellos, diciendo que el templo restaurado se vendría abajo al menor temblor. Eso es una terrible mentira, es la premeditada forma de intimidar y engañar con falsas argumentaciones.

Saber lo que no debiera saberse: este es la más grave de todos los enunciados, los perpetradores y sus auspiciadores de la destrucción de carteles, no se han dado el mínimo trabajo de conocer, de investigar previamente la historia de este pueblo, su Cristo y su templo para pretender ahora su desaparición total; eso se llama ignorancia supina, definida como aquella que procede de la negligencia de aprender algo -pudiendo hacerlo- y por el contrario prefieren ignorarlo. Estos prefieren el silencio que el diálogo esclarecedor. Es la institucionalización de la parsimonia, la inacción y el conformismo.

Podrán seguir rompiendo nuestros carteles, pero no nos van a amilanar. Los repondremos. Podrán seguir ignorándonos, podrán insultarnos, menospreciarnos, acusarnos falsamente, pero no podrán callarnos. La razón nos asiste y eso es más que suficiente. Quienes dicen la verdad, y la sostienen, no mienten.






















.

No hay comentarios :

Publicar un comentario