miércoles, 6 de julio de 2011

SOBRE EL CANON

Por: Enrique Dans

Prohibido...
Al hilo del escándalo de la SGAE y de las recientes sentencias de tribunales europeos al respecto, se está volviendo a hablar de una polémica muy antigua sobre la que quiero reiterar mi opinión personal: el canon.

Se habla de que el canon es la manera de consagrar el derecho de los usuarios a la copia privada. Estoy en completo desacuerdo. La copia privada es un derecho consagrado desde mucho antes de que existiese el canon, y éste no puede considerarse en modo alguno una forma de asegurarlo, una manera de otorgarnos un presunto privilegio. Es más: la copia privada es, a día de hoy, completamente imposible de detectar o de detener como tal, de manera que el derecho a hacerlas es inalienable de facto. Es un derecho que ya tenemos y que no puede ser impedido.

Este carácter de inevitabilidad se asume, de hecho, en la idea de “canon compensatorio”: como no se puede evitar, “compensamos” a los autores por ese perjuicio. Esta idea es total y absolutamente nociva. La idea de “compensar” a un autor por el progreso tecnológico emerge de la falsedad de que internet perjudica a los autores, una idea interesadamente extendida por algunas discográficas y sociedades de derechos de autor. Internet perjudica a los autores precisamente porque las discográficas y las sociedades de derechos de autor ha impedido el desarrollo de internet como alternativa viable de comercialización de sus obras. Si un autor quiere obtener ingresos en internet, lo que tendrá que hacer es procurar que su obra esté disponible en cuantos más lugares sea posible, a un precio lo más razonable y atractivo que sea posible. Si las obras están disponibles en plataformas donde los usuarios las puedan obtener mediante fórmulas atractivas, tarifas planas o micropagos que realmente reflejen la disminución de costes derivada de la producción y distribución de copias, se ha podido demostrar en varios países que los usuarios, en un porcentaje elevado, acceden a las obras a través de esos canales. Los únicos países donde realmente disminuyen las descargas en mercados paralelos son aquellos en los que se va consolidando un número cada vez mayor de ofertas razonables para el usuario.

Por tanto, “compensar” a los autores supone enviar un mensaje de “el progreso te perjudica y por tanto te compenso”, un mensaje completamente inadecuado dado que predispone al autor a una actitud hostil ante dicho progreso. Lo que un autor tiene que estar buscando a día de hoy no son modos de compensación, sino fórmulas para ofrecer su obra de manera conveniente y a precios razonables, para facilitar el acceso a quien quiere comprar. El canon, por tanto, es un retroceso que en ningún caso debe ser planteado, y mucho menos sustituido, como se está apuntando, por otros modelos como la imposición de dicho canon a las conexiones a la red o por una dotación de los presupuestos generales del Estado. Simplemente, no se compensa porque no hay nada que compensar.

Y esto no es una actitud cerril ni un “que se j…”: yo también soy autor, y he comprobado fehacientemente y en repetidas ocasiones que se puede ganar dinero en un entorno como internet y sin necesidad de que nadie venga a compensar nada. El enfrentamiento entre creadores y usuarios es completamente FALSO. Los usuarios no pretenden esa falacia absurda del “todo gratis” tantas veces repetida hasta desgastarla: los usuarios, de manera mayoritaria, quieren participar en un mercado con acceso a productos culturales y con precios que consideren razonables. Lo que hay que hacer es promover activamente la creación de un mercado donde, por el momento, la actitud cerril de las sociedades de gestión de derechos de autor no han permitido que se cree, y facilitar a los autores que lo exploten. No compensarlos por la llegada de un progreso que está aquí para quedarse.

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