El periodista y director del semanario “En sus trece”, Cesar Hildebrandt, reveló en su columna “Matices” las trabas que impone el Fujimorismo para la realización del debate presidencial, queriendo evitar tratar los temas de derechos humanos y corrupción, los puntos significativamente más débiles del gobierno del condenado Alberto Fujimori (1990-2000).
Hildebrandt nos recuerda a su vez el turbio pasado del Fujimorismo y como el votar por esta opción política significaría reivindicar la corrupción y la impunidad. “Al final de cuentas, (ellos) vivieron de la corrupción, se burlaron de la democracia y violaron, con escuadrones de la muerte manejados desde la presidencia de la República, los derechos humanos. Eso lo sabemos hace varios cientos de millones de dólares y hace miles de muertos.”, recalca el director del semanario.
Pero ante la interrogante sobre que hacer en esta situación, enfrentándonos en condiciones donde la única opción a la vista nos genera dudas y temores, Hildebrandt plantea la posibilidad del voto en blanco. “Si Humala produjera absoluto rechazo porque muchos pueden verlo como un nudo de dudas, un crucero sin señas, un viento caprichoso, pues entonces a votar en blanco. A obligarnos a una nueva elección. A limpiar el panorama con un gesto masivo de rechazo a este dilema que nos han impuesto.” señala.
“Que la gente se entere: si no hay debate electoral será porque la renovada banda dirigida desde prisión se niega a tocar los temas en los que es más vulnerable”, dijo el director del semanario “En sus trece”.
Por último, Hildebrandt refirió que “Ha habido también dificultades, hasta hoy no resueltas, respecto de quién podría moderar el debate. El humanismo propuso a Zenaida Solís, Luis Peirano y Augusto Álvarez Rodrich. El fujimorismo rechazó las tres propuestas argumentando que la moderación debía estar a cargo de Federico Salazar o José María Salcedo, quienes participaron en los dos debates de la primera vuelta”.
DEBATE EN PELIGRO Y LA POSIBILIDAD DEL VOTO EL BLANCO.
El debate electoral está en peligro porque el fujimorismo insiste en vetar dos temas absolutamente trascendentales
a) Democracia y Derechos Humanos
b) Corrupción.
Al cierre de esta edición, un vocero de gana Perú confirmo que se esperaba una reunión de última hora en la que se seguiría negociando el asunto. El portavoz, sin embargo, dijo no estar demasiado esperanzado al respecto del desenlace: “los fujimoristas se niegan a aceptar hablar de esos temas. Quieren limitarse a planes de gobierno y economía. Y claro, así el debate se reduciría a una disputa de promesas”, dijo.
Es natural que a los herederos de la década mafiosa no les interese hablar de corrupción, democracia ni de derechos humanos.
Al final de cuentas, vivieron de la corrupción, se burlaron de la democracia y violaron, con escuadrones de la muerte manejados desde la presidencia de la República, los derechos humanos. Eso lo sabemos hace varios cientos de millones de dólares y hace miles de muertos.
Que la gente se entere: si no hay debate electoral será porque la renovada banda dirigida desde prisión se niega a tocar los temas en los que es más vulnerable.
Ha habido también dificultades, hasta hoy no resueltas, respecto de quien podría moderar el debate. El Humalismo propuso a Zenaida Solís, Luis Peirano, Augusto Álvarez Rodrich. El fujimorismo rechazó las tres propuestas argumentando que la moderación debía estar a cargo de Federico Salazar o José María salcedo, quienes participaron en los dos debates de la primera vuelta
En fin, eso es un asunto mejor. Lo mayor es el talante del hampa que quiere volver. Su soberbia y su intransigencia anuncian lo que sería su gobierno: un monólogo mañoso en un quinquenio otra vez teñido de lo peor.
Los documentos que publicamos en esta edición tienen mucho que ver con el miedo que el tema corrupción desata en las filas de Fujimori. Ellos prueban hasta la redundancia que la señora K. Fujimori sabía perfectamente que su padre manejaba dinero sucio. Y lo sabía ¡porque lo recibía! ¡Y lo recibió cada mes durante varios años! ¿Quién lo dice? Pues lo dice la propia señora K. Fujimori en declaración testimonial vertida en el ministerio público.
Que quienes van a votar por Keiko Fujimori se enfrenten a la verdad: ayudarán a que una reducidora y una cómplice de latrocinio, que hoy disfruta de una prosperidad también inconfesable, gobierne el Perú. Que no nos vengan con el cuento dele mal menor, el voto obligado, la opción resignada. Van a votar por alguien que tiene pasado policial, presente dudoso y futuro asegurado. Y que no solo liberará a su padre (y anexos) con alguna jugarreta legal que pase por el Tribunal Constitucional. Liberará y hará reinar lo más oscuro del Perú, el peor estigma de sus clases dominantes y de sus sirvientes rentados o hipnotizados: una cierta cobardía cívica, una capacidad enorme de perder la dignidad, una avaricia a prueba de vergüenzas. La guerra con chile, la ocupación de Lima, la colaboración que no pocos peruanos le prestaron al invasor fueron episodios antológicos de esos vicios. El retorno de Alberto Fujimori al poder sería (¿será?) un capítulo más de una historia que muchas veces leemos ruborizados.
La pregunta más urgente quizá no es qué hacer. La pregunta que la decencia dicta es qué no debemos hacer. La respuesta instintiva de cualquiera que no esté manchado por la peste de la corrupción tendría que ser no votar por quien reivindicará con su solo ascenso al poder a una pandilla de ladrones y asesinos que usó la política como tapadera.
Si Humala produjera absoluto rechazo porque muchos pueden verlo como un nudo de dudas, un crucero sin señas, un viento caprichoso, pues entonces a votar en blanco. A obligarnos a una nueva elección. A limpiar el panorama con un gesto masivo de rechazo a este dilema que nos han impuesto.
El señor Chlimper, el matón de los balazos en contra los portuarios que hagan huelga, votará por K. Fujimori. El señor Raúl Vargas volverá a servir a los Fujimori. El señor Joy Way votará, ahora que ya no está preso, por Fujimori. Y lo mismo harían los encarcelados de uniforme que deshonraron a Bolognesi, a Grau, a Quiñones. Y lo mismo harán los prófugos de todas las coordenadas que esperan la prescripción o el triunfo de K. Fujimori. Todos ellos aman a K. Fujimori. Y quienes voten por ella no podrán evitar la proximidad de esos prontuarios, la cercanía amistosa de esos crímenes. Por más que digan que lo hacen por el Perú.
El Perú no merece esos favores. El Perú es algo más que la suma de sus codicias.
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