martes, 6 de septiembre de 2011

ENTREVISTA A: ROSA MARIA PALACIOS

 "Las dudas sobre lo que va a pasar en el Perú todavía no se han disipado"


Patricia Wiesse / Gerardo Saravia

Periodista: Rosa María Palacios
Desbordando seguridad, por momentos enfática, categórica y vehemente (apasionada), la abogada y periodista concedió a ideele una entrevista que tuvo algunos momentos tensos. Desliza que le concede el beneficio de la duda al nuevo Gobierno, no esconde sus opiniones y juicios severos, y defiende con uñas y dientes su imparcialidad.

–Finalmente, ¿Ollanta es lo que imaginabas? Porque tenías muchos temores…

–Yo, lamentablemente, no tuve la oportunidad de entrevistarlo en la segunda vuelta, solo en la primera. Entonces la información con la que he contado sobre su campaña siempre ha sido de segunda mano: de sus voceros, candidatos, pero no de él. Nunca me dio una entrevista. Sí hubo un esfuerzo de moderación durante la campaña, pero fue muy rápido. A mí me preocupaba muchísimo el plan de gobierno y lo trabajé bastante, porque era el único documento que había. Comenzó a ser rechazado por sus propios voceros a veces sí, a veces no, lo cual generaba confusión. No fueron claros durante la campaña. ¡Javier Diez Canseco me dijo que no le iban a cambiar una coma al plan de gobierno! ¡Y después lo sustituyeron por una hoja de ruta de página y media!

–Pero con Daniel Abugattas tenías un mayor entendimiento, parecía que le creías.

–Bueno, porque nunca me ha mentido. Pero él mismo me decía “déjalo de lado”; no se atrevía a decir: “Mira, ese plan fue un error, nos equivocamos”. Y lo que me daba pena era que, fuera del aire, todos los voceros me decían eso; pero al público le decían otra cosa. La génesis del plan fue que se lo encargaron a Félix Jiménez; después todos le hicieron notas, pero nunca se sentaron a debatirlo.

–También te alteró que juraran por la Constitución del 79.

–Me molestó mucho, porque no aportaba a la claridad. Si Humala sostiene que cree en la inversión privada y en la estabilidad de los contratos y el valor de la palabra empeñada, tú no puedes arrancar diciendo que crees en una Constitución derogada. Sí, el día del Mensaje tuve una cierta desilusión.

–Su estrategia de silencio tampoco es de tu agrado, ¿no?

–Su estilo de comunicar no creo que sea el correcto: guarda silencio por largos periodos de tiempo, en el caso de su hermano y luego de 28 de julio. El Presidente de la República y sus ministros necesitan comunicar más allá del comunicado oficial, y responder preguntas. Hasta ahora no ha respondido a la pregunta de por qué mencionó la Constitución del 79.

–¿Qué opinas de su Gabinete?

–Está bien. No es un Gabinete de estrellas, porque yo creo que mucha gente ha tenido mucho miedo de aceptar. No es que no haya convocado gente, pero han tenido temor porque no sabían qué es lo que estaba ofreciendo. Hay muchas dudas aún. A pesar de que su mensaje hasta el momento me ha parecido muy positivo. No ha disipado todas las dudas sobre su plan de gobierno original, que es el que presentó al Jurado Nacional de Elecciones este año.

–¿Votaste en la segunda vuelta por Humala?

–Yo no fui a votar; no voto hace muchos años ni en primera ni en segunda vuelta, porque me hacen este tipo de preguntas que me parecen impertinentes. Resulta que si yo voto por una persona, resulta que yo estoy con esa persona, y eso es ridículo.

–No, porque en este caso era diferente. Era votar contra una opción de terror.

–Hace años que no voto.

–Hay dudas para todos los gustos. Generó expectativas y temores. ¿Cuáles son tus dudas?

–La duda que tenía —y tengo— es cuál va a ser el peso del gobierno de izquierda que se quiere implementar en el Perú. ¿Es un gobierno de izquierda como el de Correa o como el de Bachelet? No lo sé, porque ellos se proclaman como gobiernos de izquierda. ¿En qué consiste esta izquierda? Y eso es lo que no tengo claro. ¿Subir impuestos es ser un gobierno de izquierda? No, también lo hacen los gobiernos conservadores que necesitan más recursos. ¿Tienen un pacto con Perú Posible? No lo sé, ni los de Perú Posible lo saben. Todo está como suspendido en el aire, y está suspendido para ver qué conviene más en el momento en el que se someta al debate público. Las dudas sobre lo que va a pasar en el Perú todavía no se han disipado.

–Izquierda no es una palabra que Ollanta utiliza.

–Antes utilizaba una palabra peor: nacionalismo. Es una palabra horrenda, que ya quitó de su léxico, porque por fin alguien le hizo ver lo que significaba para la historia del mundo. El nacionalsocialismo lo impulsó Hitler.

–Nacional y socialismo juntas pueden ser una hecatombe, pero tienen que estar juntas.

–Un gobierno totalitario, basado en la superioridad racial. Es una cosa espantosa.

–¿El hermetismo no te parece una buena señal?

–Es un estilo. Cada Presidente tiene el suyo, pero no es bueno para los gobernantes y gobernados, porque secreto quiere decir falta de transparencia. En segundo lugar, el vacío de silencio se llena. Tenemos un sistema presidencialista y el Presidente es el que se comunica con la población y debe responderle lo que pregunta. Una pregunta recurrente durante la segunda vuelta: ¿Quién paga los viajes de Ollanta Humala? Nunca hubo respuesta hasta mucho después. La gente quería saber si había una partida de Relaciones Exteriores, si era invitado por los gobiernos. Dijo que los pasajes los pagaba con su plata. Lo de su hermano Alexis le costó 30 puntos de popularidad y después lo salvó con otros anuncios como el del aumento del sueldo mínimo, que es una medida populista: a quién le va a disgustar eso. Pero eso se hace con la plata de otros y es facilísimo: les dices a los empresarios que suban el sueldo y se acabó; no tienes que tomar ninguna medida de gestión.

–Otro punto que genera desconfianza es el de algunos nombramientos.

–Sí, lo están acusando —y no sin razón— de tener a ex militares en su entorno de entera confianza. El solo confiar en personal del Ejército no es muy democrático. Yo creo que faltó a su promesa cuando nombró a dos ministros que han sido ex militares. Técnicamente cumplió su promesa, pero cabalmente no. Él se ampara en decir que están en retiro, pero todos los militares que han sido ministro pasan automáticamente al retiro. Por otro lado, si está la promesa de por medio, qué te cuesta no sacar la vuelta. ¿No hay un civil capaz de ser Ministro de Defensa o del Interior? Además, esa promesa iba en la línea de lo que había sucedido en el gobierno de Toledo: la idea del control civil sobre las Fuerzas Armadas y las Fuerzas Policiales.

–También hay civiles que pueden ser más problemáticos que los militares; es el caso de Roy Gates, cuyo nombramiento implica una mala señal.

–Cada persona tiene derecho a poner a su abogado, y no por ello se le pegan los delitos del defendido. Pero como decía Augusto Álvarez en una de sus columnas: “Si vas a contratar a alguien, mejor contrata a los que persiguen a los delincuentes que a los que los defienden”. Es una tontería, no lo ayuda en nada, hay muy buenos penalistas en el Perú y en el sector público. Hay gente de su absoluta confianza, pero también gente a la que acaba de conocer. La historia de cómo se ha nombrado al Ministro de Economía es fascinante.

–¿Nos la puedes contar?

–Bueno, no es del todo cierto que Tania Quispe fuera propuesta por el ministro Castilla; más bien el ministro Castilla fue propuesto por Tania Quispe, quien efectivamente es pariente de Nadine y su amiga. Los padres de Tania son de Ayacucho; son grupos que se conocen y tienen lazos muy arraigados que se replican en Lima. Llamaron a Tania Quispe para que se integrara al equipo de trabajo, y a otra prima de Nadine del PNUD, y ellas se convirtieron en las personas que reclutaron al Gabinete. Entonces fueron al MEF y Castilla las trató muy bien, les respondió todas las preguntas. Sobre el tema de tributos fue flexible y les dijo que sí se podían gravar, que todo dependía del estilo presidencial. A Tania le gustó muchísimo y le dijo a Ollanta que ésa era la persona que necesitaba para Economía.

–En tu opinión, ¿cuál sería el mejor escenario para el Gobierno de Humala?

–Que la situación mundial fuera otra; lamentablemente, no lo va a ser. A diferencia de otros gobiernos, no creo que la situación económica mundial le sea tan favorable. Entonces tienen que prepararse. Miguel Castilla ha pasado la crisis del 2009, y también lo ha hecho Julio Velarde, y yo creo que lo pueden hacer bien y remontar ese año malo que va a ser el que viene. Pero el Gobierno tiene que abrirse más al sector privado. A veces el Presidente no es consciente de que ha sido elegido con las justas y con un enorme miedo; porque yo sé que él no es el político del 2006, pero millones de peruanos no lo saben. Alan García el 2006 se esforzó por demostrar que era otra persona, y los apristas defendían el capítulo económico de la Constitución del 93 mejor que los fujimoristas, para demostrar que eran otros.

–Pero más del 30,7% votó por el Ollanta del primer plan de gobierno y del discurso anterior.

–Pero no creo que hayan leído el plan. ¿Y cuál es el discurso? Es asistencialista; y creo que si lo cumple no va a tener ningún problema con el 30,7%, que quiere CunaMás, Pensión 65. Eso lo satisface un gobierno de izquierda o uno de derecha, uno totalitario o uno democrático. El populismo lo hacen todos los gobiernos. Que los vaya a sacar de la pobreza, lo dudo. No tienen un plan para eso. Tampoco tienen 500 buenos cuadros para el sector público. Están botando gente de primera.

–¿Pero qué gobierno ha tenido un plan detallado?

–Alan García llegó con muchos más números por delante; sabía lo que estaba ofreciendo, porque conocía el Estado de arriba abajo. El discurso de García del 2006, si lo comparamos con el de Ollanta, es otra cosa. García hablaba de los ahorros que iba a hacer, entró con la austeridad como el gran tema, bajó el sueldo en el sector público. El tema de la minería lo trató en el primer discurso. Dijo aporte voluntario. En cambio Humala, en el discurso, ha repetido lo mismo que dijo en la campaña. ¡Ni una cifra, ni una meta! ¡Yo no digo que entre en detalles, pero algo!

–Eres muy crítica con el ahora Presidente. Sin embargo, entre las varias teorías sobre tu salida de canal 4, una de ellas se refiere a que no fuiste lo suficientemente dura con Humala.

–Meses después, todavía no sé por qué me botaron. Probablemente porque defendí a Laura Puertas, que era mi directora periodística, y yo no podía entender por qué podían sacar a una persona por razones políticas en medio de una campaña. Yo no me iba a quedar callada.

Si Humala sostiene que cree en la inversión privada y en la estabilidad de los contratos y el valor de la palabra empeñada, tú no puedes arrancar diciendo que crees en una Constitución derogada. Sí, el día del Mensaje tuve una cierta desilusión.

–¿Qué opinas de la democratización de las licencias y de los conglomerados mediáticos?

–Lo que desató las iras de los Miró Quesada fue que escribí sobre un problema bien serio que hay con los medios de comunicación. En la Constitución del 93 no está prohibido el monopolio per se, pero sí el abuso de posesión de dominio, salvo en el caso de los medios de comunicación, donde sí está prohibido el monopolio per se. No solo el monopolio sino el acaparamiento y toda forma de acumulación directa o indirecta. Ese artículo no tiene regulación, salvo para el número de frecuencias de radio para una misma persona y de canales de televisión. Pero en propiedad cruzada: periódicos, canales de TV, radio, cable, Internet; no hay regulación. En los Estados Unidos está prohibido que un periódico de difusión nacional sea dueño de un medio, en el Perú no.

–Algo así está planteado en el plan de gobierno de Humala.

–¡La página 57 del plan dice eso! Si el Gobierno de Ollanta Humala aprueba una ley en el Congreso con mayoría simple y obliga a La República y a El Comercio a vender su canal, estaría haciendo desarrollo constitucional 100% limpio. ¿Entonces cuál debe ser la postura de un conglomerado mediático para decirles no? La Constitución defiende el derecho del público a tener pluralidad de contenidos, y mientras ésta se garantice, no hay monopolio. Canal N, La República, El Trome: cada uno tiene posiciones editoriales diferentes. Así se podría justificar. Pero hay mucha gente en el sector más de izquierda del Gobierno que tiene esa idea en la cabeza.

–Varias veces has señalado que en más de una oportunidad se pidió tu cabeza.

–Por Alan García. La primera, durante la campaña del APRA, cuando Ricardo Ghibellini era presidente de Bavaria en el Consejo Editorial y muy amigo del presidente García. Me imagino que lo hizo para agradar a su amigo. Luego hubo un pleito entre socios que terminó con la venta del Grupo Bavaria a El Comercio; una de las discusiones que hubo en esa época fue sobre mi presencia en la pantalla. Bavaria propuso que no saliera sola y que hubiera un co-conductor, y El Comercio protestó y me defendió. Después un representante de los colombianos me contó que Alan García había pedido mi cabeza, y que para ellos era la excusa perfecta para generar el conflicto. La tercera vez fue con lo de BTR. Alan García mandó que se constituyera una comisión investigadora en el Congreso para examinar la venta de una empresa privada a otra, cosa que no tiene antecedentes en el Perú. Y en ese caso era para perseguir a mi esposo y culparlo de los chuponeos telefónicos en los que no tenía nada que ver.

–Se te critica que a veces no dejas hablar a tus entrevistados. ¿Cuál es el límite de lo incisivo?

–Si no me contestan la verdad, yo voy a insistir. El entrevistado sabe que me está mintiendo; el único que no lo sabe es el público. Que me mienten, me mienten todos los días. Es descarado. ¡Me dicen una cosa antes de salir al aire y otra cuando están al aire!

–¿Algún político que no mienta?

–Qué difícil. Rospigliosi me parece honesto; Susana Villarán me parece honestísima, y le está costando.

–Hildebrandt se arrepiente de la entrevista que le hizo a Manuel Scorza. Dice que no lo trató bien. ¿Te arrepientes de alguna entrevista?

–Yo no creo haber tratado mal a nadie. Si yo hubiera maltratado a alguien inmediatamente le hubiese ofrecido disculpas.

–Hay gente que no te quiere mucho. Por ejemplo, César Hildebrandt.

–No tengo la menor idea de por qué me odia el señor. Nunca he tenido ningún tipo de relación con él. No creo que una persona racional pueda odiar de tal manera a alguien que no conoce. La única vez que me ha entrevistado me dijo que era lo mejor que le pasó a la televisión peruana.

–Él dijo que prefería a una fujimorista directa que a una reciclada.

–Él salió a insultarme por el rating cuando competía con él. Yo le saqué sus columnas en la época de Velasco. Le dio ira. Nadie le recuerda que era velasquista. ¡Si quiere hablar de dictaduras, bestial! Él le preguntó al general Tantaleán: “¿Cómo debe ser un periodista de la revolución, mi general?”. Eso está escrito, qué culpa tengo yo.

–¿Te parece un buen periodista?

–A veces sí, y a veces no. Ha tenido muy buenas piezas, otras no. Por lo menos, a mí me consta que miente. En mi caso, miente descaradamente. No me revela la más mínima confianza.

–Él alude a una relación profesional que tú entablaste con Hurtado Miller.

–Ésa es una estupidez que tiene catorce años. ¿Me van a volver a preguntar por eso? No sabes la cólera que me da. Todo lo inventó Mufarech para desprestigiarme, con la complicidad de Hildebrandt. Me parece ridículo que desde el 2002 tenga que contestar la misma tontería. ¡No he vuelto a ver al señor Hurtado Miller desde el año 1998! Yo era abogada profesional, mi tema era reforma del Estado, me contrató Leoní Roca —que es mi mejor amiga— para que le haga una consultoría privada para este candidato sobre transporte público, basura y limpieza pública. ¿Cuál es el problema? Es como si les dijera que en el IDL defienden terroristas. No hay nada ahí.

–¿Tú no colaboraste en la campaña de Hurtado al Municipio de Lima por el fujimorismo?

–¿Quieren que les enseñe lo que les escribí? Escribí diez textos sobre planes para Lima. Son cien páginas. ¡Que me saquen una foto en un mitin, en una caminata! Me parece increíble que doce años después periodistas como ustedes me pregunten la misma estupidez.

–¿Y tu paso por Cable Canal de Noticias?

–Fui invitada por Pedro Salinas y Jaime de Althaus. Me fui cuando lo vendieron a Montesinos. Miren bien sus fechas. Fui botada por Calmell del Solar porque me querían cambiar de horario para que nadie me viera. Oye, mira, si me van a hacer una investigación sobre mi pasado, la verdad es que me tengo que ir. A mí estas preguntas me molestan muchísimo, porque están poniendo en tela de juicio mi integridad.

–Son preguntas que te tenemos que hacer justamente para que aclares esos temas. Nunca las habías respondido a nuestra revista.

–Sí, pero yo no soy un personaje público: no postulo a nada. No me dijeron que iba a hablar sobre mi currículo de los años 90. Si hubiera sido así, encantada, porque no tengo nada que ocultar. Nada de qué arrepentirme. Ni le he robado a nadie, ni le debo nada a nadie. Si quieren preguntarme sobre el fujimorismo, háganlo, porque normalmente me convierten en una liberal de derecha salvaje, y en una caviar también.

Cambiando de tema

–Se dice que eres muy conservadora.

–En lo personal, sí.

–Pero cuando das declaraciones pareces liberal. ¿Cuál es tu opinión sobre la píldora del día siguiente?

–A favor.

–A pesar de que eres católica.

–No hay contradicción. El Papa y la jerarquía de la Iglesia están en contra del aborto y no hay prueba de que la píldora sea abortiva. Hasta que no se pruebe lo contrario, estoy a favor.

–¿Siempre has sido liberal?

–No lo sé; políticamente nunca he sido de izquierda. En la Universidad estuve en un movimiento liberal que se llamaba ADU. Pero en los años 80 la Católica se puso muy fea y todo el movimiento estudiantil se vino abajo porque no se podía hacer política. Eran años de terror.

–¿Y qué pensabas de los de izquierda?

–En la Universidad, que eran unos poseros, que eran lo más falso que había, que todos estaban disfrazados de algo. Todos se iban a la revolución hasta que llegó Sendero y se les acabó la pose en dos minutos.

–¿La revolución fue una estafa?

–Yo creo que para una generación como la mía, sí lo fue. Se estaban matando. ¿Cuál revolución?

–Juan Carlos Tafur es muy duro con la derecha, siendo liberal, y sostiene que en algunas cosas se identifica más con la izquierda.

–Juan Carlos sí, y le doy en mucho la razón. Lo que pasa es que es una bestia; siempre lo ha sido, desde que éramos chicos. Le gusta más el adjetivo que a mí. Riva Agüero tenía una frase linda: “Pobre aristocracia boba, incapaz de todo esfuerzo”.

–¿Qué piensas de la alta sociedad limeña, los de Asia? ¿Son racistas?

–Creo que no son conscientes de que son racistas. Ya no es políticamente correcto ser racista; no es fino, pero por supuesto que lo son.

–Cholea como antes o más.

–Pero yo tengo una percepción muy personal. Las familias más educadas, muy ricas, con mucho acceso a la cultura, nunca cholean a nadie. Más bien la gente emergente, ésa cholea al que está bajo, de donde ellos acaban de venir.

–¿No le reconoces a Velasco el haber cambiado el país al eliminar a la oligarquía?

–No le rompió ningún espinazo a ninguna oligarquía: yo no me creo ese cuento. Lo que hizo es un enorme daño económico al país; lo estatizó y lo quebró. El daño a la agricultura fue enorme.

–¿No te parece que era imprescindible liquidar el gamonalismo en la sierra?

–¿Y necesitabas una dictadura militar para eso?

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