Escrito por: Raul Bravo Sender
Keiko Fujimori Higuchi y Pedro Pablo Kuczynski |
A poco menos de cuatro semanas para la segunda vuelta electoral,
Keiko y PPK alistan las baterías para dar batalla en una final que cualquiera
podría ganar “por una cabeza”. Si en la primera vuelta el electorado se inclinó
por las candidaturas que representan al actual modelo económico, descartando a
las del salto al vacío, hoy, tendrá que elegir entre una candidata que busca
distanciarse del pasado autoritario de su padre y, un candidato que igualmente
lo hace, pero de ser tildado de lobbista.
Los dos enemigos del Perú son: el
mercantilismo, que se reduce a la tristemente célebre frase del Mariscal
Benavides: “Para mis amigos, todo; para mi enemigos, la ley”, y; el populismo,
que derrocha el presupuesto nacional sin solucionar el problema de fondo que es
la pobreza. De ellos se desprenden todos los demás problemas que sucumben a la
sociedad peruana: la corrupción, la inseguridad ciudadana, el narcoterrorismo,
la informalidad, los bajos niveles educativos, entre otros.
Keiko y PPK deben dar claras señales
que combatirán a estos dos enemigos, introduciendo reformas que fortalezcan las
reglas del mercado, escenario natural del reparto de la riqueza, en el que se
premia el esfuerzo y el talento por propio mérito. Así es, el reto del próximo
gobierno radica en ganar el tiempo perdido por el actual, que se preocupó más
en redistribuir lo poco que tenemos en vez de generar las condiciones y el
marco normativo para la generación de trabajo.
Durante los próximos cincos años
gobernará la derecha, bien la la autoritaria y populista o bien la democrática
y mercantilista. Sea cual fuere, deberá hacerlo con responsabilidad y sin
excesos, para no desacreditar al modelo que le ha permitido al país ir eliminando
la pobreza y, así, no darles motivos a los sectores que proponen hacer todo lo
contrario, pues para las próximas elecciones asechan Gregorio Santos y Verónika
Mendoza, quienes supieron capitalizar el voto al que representan.
El primer tramo de las elecciones
significó una guerra de todos contra todos. Hoy, las fuerzas políticas están
alineándose en función a la siguiente máxima: “El enemigo de mi enemigo es mi
amigo”. Lo cierto es que en política no hay amigos, tan sólo intereses. Keiko
ostenta un mayor rechazo traducido en manifestaciones y campañas anti-voto.
Frente a ello, PPK viene recibiendo adhesiones que si bien cuentan como votos,
a las finales pueden ser sumas que resten y que terminen desdibujando su
candidatura.
Recientemente Isaac Humala –el padre
del Presidente Ollanta- ha declarado que preferiría que salga Keiko Fujimori.
Aquél, es una de las tantas voces de la izquierda, que se resisten a aceptar
que PPK pasó al ballotage y no su candidata Verónika, y que lógicamente
preferiría tener en el gobierno a la antípoda, para precisamente capitalizar la
polarización a la que arrastrarían a la sociedad. Esto no debe extrañarnos,
pues la izquierda siempre ha jugado en función a sus intereses de grupo,
anteponiéndolos a los del país.
Un PPK matizado con figuras como Acuña,
Guzmán, Yehude, Reggiardo y, Toledo –quienes abiertamente le han manifestado su
respaldo- sería más eficaz que Keiko (la enemiga natural) para amortiguar la
previsible –y anticipada- postura que asumirá la izquierda de Verónika: ser
dura crítica y oposición de la derecha que gobierne. La izquierda necesita una
derecha con la cual rivalizar, y un PPK moderado no le conviene, pues ya no
tendría razón de ser su discurso ni, contra quien despotricar.
Factor desequilibrante en cualquier
escenario que se presente será la abrumadora mayoría parlamentaria fujimorista,
obtenida –es cierto- en democracia. Sin embargo, las mayorías no pueden
desconocer el imperio de la ley, la separación de poderes y, la vigencia de los
derechos humanos. Sería un retroceso volver a las lavadas de bandera en la
Plaza Mayor. Desafortunadamente, eso es lo que busca la izquierda. Sabiduría,
sensatez y prudencia son las palabras que deben gobernarnos, para no
descarrilarnos al abismo como nación.
Lucidez
no necesariamente comparte las opiniones presentadas por sus columnistas, sin
embargo respeta y defiende su derecho a presentarlas.
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