sábado, 1 de diciembre de 2012


Segundo diciembre presidencial

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Por: Mirko Lauer
En teoría diciembre es un mes pacífico en la política. La gente está tomada por el clima y la publicidad navideños. Hay la perspectiva de una bonificación, de algunos días de asueto al filo del verano, festejos de fin de año en las oficinas, inicio de las vacaciones largas para los jóvenes. Quizás solo julio es más entretenido y afable.
Muchos años esto significa tregua para el gobierno, pero no siempre. Hay problemas que ni Papá Noel puede empujar hacia adelante. Por ejemplo, los fujimoristas esperan el regalo navideño del indulto. La familia Humala está movilizada por la reclusión de Antauro, el Movadef sigue muy presente en los discursos oficiales.
A todo lo anterior se va a sumar la estela, inevitablemente movida, de la fase oral que se inicia dentro de pocos días. Para el gran público de ambos países será el primer encuentro directo con un tema que hasta allí les resultaba algo esotérico. Nótese que su affaire con La Haya le han costado a Juan Manuel Santos 15 puntos de aprobación.
¿Qué puede hacer Ollanta Humala para poner las cosas a punto de villancico? En lo de La Haya no puede hacer realmente nada, solo esperar la sentencia. Si acaso tiene planeado cambios en el gabinete, podría posponerlos para el playero mes de enero, y alistar su artillería mediática para el peligroso mes de abril.
Con la partida del verano llegan realidades como el pulseo de los pliegos sindicales colectivos, el retorno de los maestros y alumnos a clases, el pago de los impuestos, el fin de las vacaciones parlamentarias. En la costa el solcito se apaga y los humores vuelven a ser brumosos. Alguna vez Fernando Belaunde dijo que el tercer año es el más complicado.
Pero antes de que el sol se vaya veremos la consulta popular limeña de marzo, una encrucijada que también va a tocar al gobierno. Si Susana Villarán gana, inevitablemente empezará a robarle espacio al otro Palacio. Si pierde tampoco habrá ganancia para Humala, sino para las figuras de las campañas municipales que vengan.
Vemos, pues, que la tranquilidad de diciembre tiene mucho de espejismo. Tal vez lo mejor que puede hacer el Presidente es tomar vacaciones en familia, los pocos días que el cargo se lo permita. Pero en el ambiente pendenciero que se vive, ese inocente reposo puede prestarse a críticas, como le empezó a suceder a Alejandro Toledo.
Lo mejor en diciembre es regalar, o mejor, aparecer regalando. No olvidemos que los programas sociales son el punto fuerte de Humala en las encuestas, y que por algo Navidad rima con caridad. Todavía queda casi un 30% de pobres para quienes todo trigo es limosna. No es necesario disfrazarse. Basta acudir con algo entre las manos.

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